Hay quién dice que la disposición de los colores es un procedimiento psicológico, una ciencia, un arte… y es cierto. Es también la forma más agradable y económica de embellecer y armonizar una casa nueva o renovar una vieja residencia.
Sabemos que todos los colores provienen de tres primarios: rojo, amarillo y azul. Sin entrar en matizaciones al respecto de sus diferentes y casi infinitas combinaciones, su preferencia personal es la única regla importante.
Las disposiciones monocromáticas son sencillas y apacibles. Agrandan las habitaciones pequeñas y pueden complementar muebles de diferente estilo. Pero, evidentemente, nos debe gustar el color elegido.
Las combinaciones de colores emparejados (por ejemplo: rojo-naranja-amarillo) son fáciles de organizar y muy confortables. Permiten crear distinciones claras y armoniosas entre diferentes habitaciones.
Las combinaciones de colores complementarios (enfrentados en la paleta general del color, ejemplo: rojo-verde) son vibrantes, atrevidas.
Cualquiera que sea la disposición de color, es conveniente planificarla de mayor a menor importancia: paredes, suelo, ventanas y muebles. Pequeños detalles, lo último.
Lo ideal es no emplear más de tres colores, si bien los neutros pueden añadirse cuantos se deseen.
Para habitaciones mal iluminadas, una buena alternativa es el amarillo y su gama. Si es demasiado soleada, el azul y el verde le darán frescor. Los colores cálidos empequeñecen una habitación y agrandan el mobiliario y los fríos su efecto contrario.
Tenga en cuenta que la luz puede alterar el color: Verifique su elección de tejidos y alfombras en la proporción en que va a ser utilizadas.